sábado, 23 de mayo de 2015

Guillermo Vidal un hombre solo de las letras


Cuando  se enuncia el hecho de abordar la narrativa hecha desde la provincia de Las Tunas, desde la mente de los más avezados escritores y hasta los más noveles y amantes de las letras aquí, dibujan un solo rostro y es precisamente el del ya fallecido novelista Guillermo Vidal, personalidad a quien se le dedicó recientemente el Festival El Quinto Sol.
 
La jornada trajo de vuelta la presencia espiritual del Guille como lo llamaron muchos de sus amistades, ese hombre mítico que atravesaba toda una ciudad para escribir y sentir sus realidades.


Diversos editores y correctores que trabajaron con él sus obras publicadas por la editorial Sanlope: Carlos Tamayo, Neysi Ávila, Antonio Gutiérrez y Lucy Maestre enunciaron diferentes parajes relacionados con el autor de Las manzanas del paraíso, quien no solo veía el acto de la escritura como el proceso final del autor, sino que él había siempre un hálito renovador de la perfección de la obra tras el proceso de edición, corrección e ilustración.

Singularidad del encuentro resultó la presencia de su viuda Solangel Uña, quien regaló algunos de los momentos interiores de este hombre, “Guillermo se levantaba muy temprano alrededor de las cuatro o cinco de la mañana, lo primero que hacía era orar, leía algún libro que estuviese leyendo en esa época para coger el tono, y comenzaba a escribir. Así pasaba varias horas en ese proceso que parecía como si le dictaran lo que escribía pues sus dedos eran más veloces que su pensamiento interno, escribía y dejaba las palabras cortadas como para no perder la idea. Nunca pude explicarme su constancia y disciplina”.

La responsabilidad de este escritor, la sistematicidad de su entrega a la literatura cuando diariamente escribía por oficio, la excelente ortografía y su jocosidad fueron algunos de los espejos que hoy se reflejaron en el conversatorio acerca de la vida y obra de este inigualable escritor que marcó la narrativa cubana y que dejó obras como El mendigo bajo el ciprés, Las alcobas profundas, Confabulación de la araña.  

Este “esclavo de la literatura” como bien se definió a sí mismo el autor Salsa Paradise, El amo de las tumbas y Se permuta esta casa, encontró en la biblioteca provincia José Martí, uno de los lugares gestores para sus obras, y a quienes trabajaban en esa institución rindió homenaje en su novela Ella es tan sucia como sus ojos.

La originalidad del autor de Matarile, se ratifica en el don de entregar historias vivas, propias del imaginario popular con personajes ilustradores de submundos límites, tramas rasgantes de una sociedad que catalizaba con total originalidad en su existencia misma.

Quienes tuvieron la suerte de tenerlo cerca, de trabajar junto a él como María Liliana Celorrio –quien escribiera a dos manos junto a Vidal Las hijas de Sade--, encontró palabras tan sencillas para describirlo como sensible, feliz, emprendedor, preocupado por su familia y por sobre todo amante de su ciudad, esa que aunque vistiera oscuros vestuarios sería siempre su eterna ciudad.   

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