viernes, 27 de abril de 2018

La pasión por salvar vidas


Cuando se vio frente a una adolescente con un sangrado excesivo por una herida en unos de sus miembros superiores, sin medios de transporte para trasladarla y con escasos medios para socorrer, no dudó de su capacidad, respiró intensamente y brindó los primeros auxilios sin mostrar el mínimo de temor en sus manos.


Así ha enfrentado los casos más difíciles en sus más de 20 años vinculada la Medicina la especialista de segundo grado en Medicina General Integral (MGI) Madelaine Labrada Labrada, una tunera que bien conoce del amor a la humanidad, la pasión por la medicina familiar y comunitaria.

Cuando se graduó la enviaron a una comunidad rural de la localidad de Jobabo. «Allí aprendí a ser médico», refiere esta galena que hoy reconoce en el programa del Médico y la Enfermera de la familia, su formación como especialista.
Optó por la carrera de Medicina y realizó su deseo de vestir la bata blanca en 1997, año en el que se graduó tras exigentes años de estudio. Así comenzó su labor profesional, marcada siempre por el sacrificio en busca del bienestar de las familias que la acogían como hija adoptiva.
«Durante todo este tiempo me he demostrado que ser MGI es la especialidad más completa, la medicina la conocemos desde la formación de la familia y su posterior generación, es prestarle atención, dedicarle tiempo a cada familia.

Son varias las comunidades que conocen la labor de Made, como cariñosamente la llaman en esta ciudad, que abre sus hogares en cada visita al terreno luego de ofrecer consultas.

Gratificante es su desempeño como médica y lo que más le llena de satisfacción es el feliz nacimiento de un bebé.

«Resta mucho por aprender, mucho por ayudar y hacer. Convivo cada día con cientos de pesronas que llenan mi vida, me hacen una mejor profesional de las ciencias médicas».
«Hacer la captación de una embarazada, ver la evolución, el nacimiento, ser parte de su desarrollo como ser humano y formar parte de su vida, son momentos que me llenan de mucha alegría», asevera esta fémina, ejemplo de entereza, abnegación y compromiso social.

«De mi profesión lo que más me gusta es salvar vidas, una se ve estimulada cuando logra resolver el problema del paciente o la familia que acude a nuestra ayuda profesional, desde el punto de vista psicológico o social, con la intervención como médico», precisa esta profesional que siempre se hace acompañar del conocimiento personal y colectivo.

La atención en el consultorio a las diferentes patologías médicas no solo llenan las horas de trabajo de Made, en el consultorio 19, enclavado en el reparto Primero, en el centro mismo de esta ciudad, pues comparte sus jornadas del año con una población dispensarisada que sobrepasa los 950 habitantes en esa comunidad.

La docencia es sin dudas unas de las vías de transmisión del conocimiento que llenan su corazón.

«Dentro de las funciones del médico de la familia está presente la docencia, por ello me categoricé y actualmente imparto clases en distintos años de pregrado como de postgrado en la Universidad de Ciencias Médicas, trabajo con estudiantes directamente en el consultorio y apoyo a la labor docente en mi policlínico Manuel Piti Fajardo.

«Lo que más transmito es el sentido de responsabilidad y amor que se le debe tener a la carrera, cómo debemos tratar a los pacientes sin maltratarlos, como ser verdaderos médicos del alma», confiesa mientras vuelve en sus recuerdos pues de no ser doctora de consultorio le hubiese gustado la Dermatología.

«Ser doctora me enorgullece, porque cada vez que un paciente refiere sentirse bien, ese sin dudas, es el mejor regalo que puedo recibir, me reconforta», destaca Made mientras detiene un poco la respiración.

«La medicina cubana es un acto de solidaridad, un gesto de total humanismo».
«Sin el apoyo de mi familia no hubiese logrado este sueño, desde mis años de estudiante hasta la actualidad. Hoy día mientras me ocupo del bienestar de muchos núcleos familiares, mis padres y esposo asumen mis tareas como madre, acogen a mis dos hijos, mientras yo realizo las guardias médicas y el trabajo comunitario, y todas mis tareas como médico de familia».

Le gusta disfrutar de la compañía de sus amistades y de su familia, la música y la lectura, sin desatender a quienes llegan fuera de su horario laboral hasta su casa en busca de la doctora del consultorio, una responsabilidad que no descuida nunca, porque como bien refiere «formo parte de la vida de más de   tuneros y tuneras de mi zona».

Mantener la calidad de la salud de la comunidad es esencial para esta galena, quien con más de 20 años de trabajo ratifica su entrega a la profesión. «Me falta llegar a otras familias, seguir salvando vidas, en el consultorio cada día aprendo más, e insistir en las familias que no quieren atención médica.

«Me enorgullece que un paciente refiera sentirse complacido de la atención, sin dudas, es el mejor regalo que puedo recibir.

«Siento orgullo de mis logros, que mi población se sienta satisfecha por mi labor, las personas me buscan y creo ha sido por mi personalidad», subraya  esta doctora que cruza y se inserta cada día en el espacio privado de la familia,  y se convierte en un miembro más bajo su máxima de ayudar a la humanidad. Y con ello sustenta su alma cada día.

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