Cuando se
vio frente a una adolescente con un sangrado excesivo por una herida en unos de
sus miembros superiores, sin medios de transporte para trasladarla y con
escasos medios para socorrer, no dudó de su capacidad, respiró intensamente y
brindó los primeros auxilios sin mostrar el mínimo de temor en sus manos.
Así ha
enfrentado los casos más difíciles en sus más de 20 años vinculada la Medicina
la especialista de segundo grado en Medicina General Integral (MGI) Madelaine
Labrada Labrada, una tunera que bien conoce del amor a la humanidad, la pasión
por la medicina familiar y comunitaria.
Cuando se
graduó la enviaron a una comunidad rural de la localidad de Jobabo. «Allí
aprendí a ser médico», refiere esta galena que hoy reconoce en el programa del
Médico y la Enfermera de la familia, su formación como especialista.
Optó por la
carrera de Medicina y realizó su deseo de vestir la bata blanca en 1997, año en
el que se graduó tras exigentes años de estudio. Así comenzó su labor
profesional, marcada siempre por el sacrificio en busca del bienestar de las
familias que la acogían como hija adoptiva.
«Durante
todo este tiempo me he demostrado que ser MGI es la especialidad más completa,
la medicina la conocemos desde la formación de la familia y su posterior
generación, es prestarle atención, dedicarle tiempo a cada familia.
Son varias
las comunidades que conocen la labor de Made, como cariñosamente la llaman en
esta ciudad, que abre sus hogares en cada visita al terreno luego de ofrecer
consultas.
Gratificante
es su desempeño como médica y lo que más le llena de satisfacción es el feliz
nacimiento de un bebé.
«Resta
mucho por aprender, mucho por ayudar y hacer. Convivo cada día con cientos de
pesronas que llenan mi vida, me hacen una mejor profesional de las ciencias
médicas».
«Hacer la
captación de una embarazada, ver la evolución, el nacimiento, ser parte de su
desarrollo como ser humano y formar parte de su vida, son momentos que me
llenan de mucha alegría», asevera esta fémina, ejemplo de entereza, abnegación
y compromiso social.
«De mi
profesión lo que más me gusta es salvar vidas, una se ve estimulada cuando
logra resolver el problema del paciente o la familia que acude a nuestra ayuda
profesional, desde el punto de vista psicológico o social, con la intervención
como médico», precisa esta profesional que siempre se hace acompañar del
conocimiento personal y colectivo.
La atención
en el consultorio a las diferentes patologías médicas no solo llenan las horas
de trabajo de Made, en el consultorio 19, enclavado en el reparto Primero, en
el centro mismo de esta ciudad, pues comparte sus jornadas del año con una
población dispensarisada que sobrepasa los 950 habitantes en esa comunidad.
La docencia
es sin dudas unas de las vías de transmisión del conocimiento que llenan su
corazón.
«Dentro de
las funciones del médico de la familia está presente la docencia, por ello me
categoricé y actualmente imparto clases en distintos años de pregrado como de
postgrado en la Universidad de Ciencias Médicas, trabajo con estudiantes
directamente en el consultorio y apoyo a la labor docente en mi policlínico
Manuel Piti Fajardo.
«Lo que más
transmito es el sentido de responsabilidad y amor que se le debe tener a la
carrera, cómo debemos tratar a los pacientes sin maltratarlos, como ser
verdaderos médicos del alma», confiesa mientras vuelve en sus recuerdos pues de
no ser doctora de consultorio le hubiese gustado la Dermatología.
«Ser
doctora me enorgullece, porque cada vez que un paciente refiere sentirse bien,
ese sin dudas, es el mejor regalo que puedo recibir, me reconforta», destaca
Made mientras detiene un poco la respiración.
«La
medicina cubana es un acto de solidaridad, un gesto de total humanismo».
«Sin el
apoyo de mi familia no hubiese logrado este sueño, desde mis años de estudiante
hasta la actualidad. Hoy día mientras me ocupo del bienestar de muchos núcleos
familiares, mis padres y esposo asumen mis tareas como madre, acogen a mis dos
hijos, mientras yo realizo las guardias médicas y el trabajo comunitario, y
todas mis tareas como médico de familia».
Le gusta
disfrutar de la compañía de sus amistades y de su familia, la música y la
lectura, sin desatender a quienes llegan fuera de su horario laboral hasta su
casa en busca de la doctora del consultorio, una responsabilidad que no
descuida nunca, porque como bien refiere «formo parte de la vida de más de tuneros y tuneras de mi zona».
Mantener la
calidad de la salud de la comunidad es esencial para esta galena, quien con más
de 20 años de trabajo ratifica su entrega a la profesión. «Me falta llegar a
otras familias, seguir salvando vidas, en el consultorio cada día aprendo más,
e insistir en las familias que no quieren atención médica.
«Me
enorgullece que un paciente refiera sentirse complacido de la atención, sin
dudas, es el mejor regalo que puedo recibir.
«Siento
orgullo de mis logros, que mi población se sienta satisfecha por mi labor, las
personas me buscan y creo ha sido por mi personalidad», subraya esta doctora que cruza y se inserta cada día
en el espacio privado de la familia, y
se convierte en un miembro más bajo su máxima de ayudar a la humanidad. Y con
ello sustenta su alma cada día.
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